lunes, 16 de julio de 2012

ÉTICA, ESTÉTICA Y PUNTO DE SATURACIÓN (I)


Una servidora es “de ciencias”, lo cual ya da una idea de mi provecta edad, basando tal deducción en el hecho de que hace ya eones de tiempo que la educación era dividida de tan sencilla e inocente manera.
Resulta que de algunas cosas me sigo acordando perfectamente, verbigracia la definición de “punto de saturación” que decía, más o menos, que era aquel momento en que un disolvente no podía asimilar más cantidad de soluto, produciéndose la precipitación de este último. El experimento que demostraba tal fenómeno solía consistir en disolver cloruro sódico NaCl (sal de mesa en roman paladino) en  H2O, osease agua. Te daban un frasco lleno de agua y un puñado de sal, y tú ibas echando curaditas y revolviendo hasta que llegaba un punto en el que el líquido perdía transparencia, adquiría turbio y desagradable aspecto y finalmente se formaba un depósito blanco en el fondo. A pesar de la fama de represiva que tenía la docencia en aquellos tiempos de tránsito, no te obligaban a tragar la pócima resultante. En los institutos privados y pudientes, directamente se tiraba por el desagüe. En los públicos y marginales se dejaba evaporar el disolvente y se reaprovechaba el soluto.
A la hora de la siesta, derecho inalienable al que el resto del mundo mundial no acaba de comprender porque narices hemos renunciamos los españoles (esa horita extra que gentilmente solemos regalar al “padre padrone”), siempre se tienen, a pesar de la inmoralidad de ciertos horarios laborales, unos minutitos para meditar al abrigo susurrante de los informativos. Y es entonces cuando me pregunto: ¿dónde estará el punto de saturación del ser humano?.
Primero se nos convence (mediante métodos sub-liminares, espero, porque si no, no se entiende) de que nuestra capacidad de consumo no tiene límite y que, fundamentándose el sistema económico que tan amablemente se no permite compartir (único moral y religiosamente aceptable, en que al cesar le corresponde, no sólo lo divino, si no también lo humano) nuestro deber es transmutarnos de seres pensantes en seres consumidores (que ya pensarán otros por nosotros para evitarnos molestias).
Pero he aquí que incluso el consumo tiene punto de saturación, ergo el polvillo blanco de la producción masiva acaba precipitándose al fondo del frasco.
¿Cuál será la sabia medida que tomará nuestros “profesores” de química para no tener que tirar el experimento directamente al fregadero?.

No deje de leer el próximo capítulo de: “Ética, estética y punto de saturación”
(Y aporte todo aquello que crea oportuno)

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