Una servidora es “de ciencias”,
lo cual ya da una idea de mi provecta edad, basando tal deducción en el hecho
de que hace ya eones de tiempo que la educación era dividida de tan sencilla e
inocente manera.
Resulta que de algunas cosas me
sigo acordando perfectamente, verbigracia la definición de “punto de
saturación” que decía, más o menos, que era aquel momento en que un disolvente
no podía asimilar más cantidad de soluto, produciéndose la precipitación de
este último. El experimento que demostraba tal fenómeno solía consistir en disolver
cloruro sódico NaCl (sal de mesa en roman paladino) en H2O, osease agua. Te daban un frasco lleno de
agua y un puñado de sal, y tú ibas echando curaditas y revolviendo hasta que llegaba
un punto en el que el líquido perdía transparencia, adquiría turbio y
desagradable aspecto y finalmente se formaba un depósito blanco en el fondo. A
pesar de la fama de represiva que tenía la docencia en aquellos tiempos de
tránsito, no te obligaban a tragar la pócima resultante. En los institutos
privados y pudientes, directamente se tiraba por el desagüe. En los públicos y
marginales se dejaba evaporar el disolvente y se reaprovechaba el soluto.
A la hora de la siesta, derecho
inalienable al que el resto del mundo mundial no acaba de comprender porque
narices hemos renunciamos los españoles (esa horita extra que gentilmente
solemos regalar al “padre padrone”), siempre se tienen, a pesar de la
inmoralidad de ciertos horarios laborales, unos minutitos para meditar al
abrigo susurrante de los informativos. Y es entonces cuando me pregunto: ¿dónde
estará el punto de saturación del ser humano?.
Primero se nos convence (mediante
métodos sub-liminares, espero, porque si no, no se entiende) de que nuestra capacidad
de consumo no tiene límite y que, fundamentándose el sistema económico que tan
amablemente se no permite compartir (único moral y religiosamente aceptable, en
que al cesar le corresponde, no sólo lo divino, si no también lo humano)
nuestro deber es transmutarnos de seres pensantes en seres consumidores (que ya
pensarán otros por nosotros para evitarnos molestias).
Pero he aquí que incluso el
consumo tiene punto de saturación, ergo el polvillo blanco de la producción
masiva acaba precipitándose al fondo del frasco.
¿Cuál será la sabia medida que
tomará nuestros “profesores” de química para no tener que tirar el experimento
directamente al fregadero?.
No deje de leer el próximo
capítulo de: “Ética, estética y punto de saturación”
(Y aporte todo aquello que crea
oportuno)
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